Hoy decidí hablar de Luis Spota, o mas bien de Luis Mario Cayetano Spota Saavedra Ruotti Castañares como veo que es su nombre según mis fidedignas fuentes (wikipedia) y haciendo honor a la verdad no sabía muy bien en que iba a acabar el tema o como ligarlo, hasta que se me ocurrió hacer de «La carcajada del gato» un hilo temático que se pudiera enlazar con algunos personajes más.
Decidí remontarme al suceso que inspiró a Spota (como a otros dos de los que hablaré mas adelante) a escribir su novela, sin embargo acuso necesario platicarles una vivencia de hace tiempo cuando el destino de mi familia nos mudó a la ciudad de Durango.
Estoy seguro que no tenía mas de 6 años, a lo mucho tal vez corría mi quinto año en esta extraña dimensión (5 años pueden ser mucho o nada dependiendo del lugar en que te encuentres en el hiperespacio según Kaku) y mi madre decidió quemar un libro…
¡Quemar un libro!
Hasta a un niño de 5 años le parece esto atroz y por eso al verla entrar en el pequeño espacio que teníamos por cocina, encender la hornilla trasera de las cuatro que tenía nuestra estufa color café quemado (mi madre, como buena madre, iba a quemar un libro pero lejos del alcance de mis manos para no ocasionarme una quemada literaria, literalmente) le dije: «¿pero porque lo quemas?» (en aquel tiempo aun mis padres nos permitían a mi hermana y a mi hablarles de tu, años después vendría el usted, para sentir lo que era vivir en los ochentas al estilo de los cincuentas) y ella me contestó: «porque este libro nadie debe leerlo, ¡es horroroso!».
Aun no recuerdo como es que logré convencerla de no quemarlo, creo que fue mi deseo de leerlo y su deseo de que yo aprendiera a leer lo que la hizo cambiar de opinión, no sin antes poner una condición (todo amor materno es incondicional, pero mi madre era una extraordinaria negociante, con ella había tres tipos de transacción: por las buenas, por las malas y esporádicamente existía un diálogo en el que cada participante ponía de su parte para salir del desaguisado) el libro estaría guardado en una ubicación desconocida para mi hasta no alcanzar el criterio suficiente para leerlo.
Pasaron los años, mi madre sofisticó sus negociaciones, yo, por mi parte, modifiqué mis ímpetus infantiles y así una tarde gomezpalatina, tardes en las que las opciones eran: a) suicidarse para matar el tedio, b) suicidarse para establecer un punto o c) seguir viviendo sin ton ni son, recordé aquel momento de mi historia donde convencí a mi madre de guardar ese extraño libro rojo de pastas duras escrito por el señor ese que salía en la tele y que ella tanto admiraba junto con otro que se llamaba igual que yo y se apellidaba Saldaña.
Decidido me dirigí al estudio de mi padre, busqué el libro y lo encontré, acto seguido fui hacia la habitación de mi madre y créanlo o no, experimenté la aprobación oficial de «criterios» mas fast track de la historia, me dijo: «ya puedes leerlo».
El resto es historia.
Comencé a leer una novela que se convertiría en una de mis favoritas, escrita sin capítulos, con un excelente comienzo y llena de una morbidez extraña que me atrapó de inmediato, tal vez ha sido el libro que mas me ha atrapado, no el que mas me he disfrutado, ni el mejor que he leído y por eso estoy agradecido, sino el que mas me ha atrapado, estuve en cautiverio mas o menos una semana si no es que menos, lo que recuerdo es haberlo leído en tiempo récord.
Habiendo relatado a ustedes esta parte de mi vida procedo a seguirles platicando como es que armé la sección de hoy.
Me puse a investigar en donde podía encontrar la nota que había inspirado a Spota a escribir la carcajada, yo sabía que había sido un suceso muy sonado en la ciudad de México en los cincuentas y me puse a buscar y buscar en la red hasta que ¡Eureka! lo encontré…
El sujeto: Rafael Pérez Hernández, productor y vendedor de raticidas había tenido a su familia secuestrada en su casa durante mas de 15 años, sus hijos tenían nombres extraños como: Indómita, Libre, Soberano, Triunfador, Bien vivir y Librepensamiento, los quería tener aislados de un mundo corrupto y lleno de maldad, sin embargo el mismo ocasionó problemas terribles a su familia al abusar de algunos de sus hijos física y sociológicamente.
La noticia se publicó en julio de 1959 y fue tan chocante que 3 autores (uno de ellos Spota) quisieron hacerla realidad nuevamente cada quien en su campo.
Arturo Ripstein la filmó y hoy tenemos para la posteridad a una muy joven y bella Diana Bracho alternando al lado de una magnífico Claudio Brook y una pobre interpretación de Rita Macedo y Sergio Magaña escribió para el teatro «Los motivos del Lobo» obra que pretendía subsanar el deseo de Magaña de transmitir al público su sentir sobre lo sucedido y que tal vez en sus propias palabras no haya expresado tan bien como en esta cita sin cita: “Lo que yo digo en Los motivos del lobo es que para salvar a tus hijos del mundo cruel y espantoso en el que vivimos, no los aisles, porque quedan indefensos; es necesario que tus hijos se traten con los monstruos de la calle, y se pervierta, y finalmente se logren salvar”.
Y bien… este es el momento para terminar mi publicación con alguna reflexión interesante o llena de sabiduría, sin embargo lo único interesante e inmediato que tengo no se los puedo dar, es el libro que estoy leyendo y que me muero por seguir, así que, hasta luego.
¿Mis fuentes?… mejor confíen en mi.