Estoy comiéndome un taco de Don Gus, mientras lo estoy haciendo pienso en este blog y cómo poder estructurar con la palabra escrita lo que está sucediendo: me encuentro en el paraíso de los tacos.
Con absoluta diligencia son escogidos y preparados sus elementos.
La tortilla, cuya estructura molecular es precisa para que el taco sea perfecto en su pureza, consistencia y sabor, es rellenada con una generosa cantidad de buche finamente picado, en donde primero agregaremos unas gotas de limón, luego cebolla finamente picada con esmero y con cilantro y por último la salsa, que tendremos que escoger entre roja o verde.
Cada taco es preparado con esmero, por eso cada uno es un capitulo en este romance con la comida: éste con limón solamente, éste con salsa nada más, éste va con todo, éste purista, éste nomás pa probar…
Mientras me los preparo, uno por uno, imagino los rituales que son necesarios para que la perfección sea buscada cada día en Tacos Don Gus.
¡Cuánto esmero y dedicación en lo fino del picado de la cebolla, el buche y el cilantro! ¡cuánto tiempo para lograr que las salsas verde y roja sean únicas y relevantes para lo que ahí se come y se cocina!
El sabor y la consistencia de las tortillas que dan firmeza legendaria al taco hacen que algunos olvidemos que seguimos en la Tierra y pensemos que estamos en el Paraíso.
Mi abuela me decía muy seguido: “Mijo, se come para vivir, no se vive para comer” sin embargo me digo: “sí, abuela, pero también el que no sirve para comer, no sirve para vivir”.
¡Larga vida a los TACOS DON GUS!