El camino rápidamente se llenó de una fina nieve, el pronóstico nos advirtió que la tormenta comenzaría a las cuatro de la tarde, eran pasadas las tres y caía aguanieve, un súbito frenado hizo que el coche se comenzara a derrapar lentamente hacia los pinos de la sierra de Durango.
Días después y al recuperar la señal nos enteramos que la tormenta fue dura y estuvimos a punto de quedarnos varados en la carretera a temperaturas bajo cero.
El plan nunca fue quedarnos sin medios de comunicación, sin embargo, al tomar el camino a nuestro destino notamos que la conexión no regresaba y al llegar al poblado la autoridades municipales nos advirtieron que no había comunicación con el mundo exterior: ningún celular, ningún teléfono funcionaría hasta días después, eran aproximadamente las cuatro de la tarde del miércoles 29 de diciembre de 2020.
El coche respondió y debo decir que también la prudencia al volante, un poco más de velocidad y esta historia sería muy diferente, después de un breve pero inolvidable momento de pánico colectivo dentro de la cabina todos festejamos el estar cercanos a nuestro destino.
Siendo la segunda vez que vamos a ese lugar y a esa cabaña, que no se encuentra dentro de un complejo turístico sino en el mero poblado, a la que hay que saber cómo llegar y la que te obliga, por sus condiciones y su ubicación a establecer contacto con los locales y a mantenerla funcionando con tu trabajo yo iba francamente emocionado.
Al cerrar el candado teniendo nuestros vehículos dentro de la propiedad y a nuestros hijos dentro de la cabaña la misión interminable de mantener la chimenea encendida comenzó, pero antes que nada guardé mi celular en el cajón del buró de nuestra habitación, encendido, buscando señal y consumiendo batería hasta que finalmente se apagó.
Nos quedamos sin luz la noche de la nevada, un mal cálculo de mi parte al cargar toda la potencia de calefactores eléctricos hizo que una inocente secadora para cabello botara un fusible de una acometida que nunca encontramos en medio de una helada oscuridad, sin embargo el calor de la familia y de la buena compañía más la falta de señal y de luz cumplió un sueño de años, el estar desconectados, en compañía unos de otros, platicando a la luz de las velas y de la chimenea.
Tuve que tranquilizarme al no poder comunicarles a los abuelos que estábamos bien, el salir por leña y mantener una estufa y una chimenea funcionando, calentando y alimentando me hizo olvidar de inmediato mi celular que ya más bien parecía un apéndice de mi mano derecha y cuya función principal fue la de lámpara.
Solucionamos la cena con un bello asador japonés cerámico de ínfimas proporciones pero que a todas y a todos nos alimentó y nos hizo sentir un poco más en paz, pasamos unos días extraordinarios con vivencias que me quedo para mí, en el álbum de recuerdos que tengo en la memoria y en el corazón.
Dormí con frío, incómodo en algunos momentos, cansado en otros, despertaba extrañando la facilidad con la que nos hacemos un café, nos lavamos los dientes o tomamos un baño con agua caliente, me mantuve ocupado y exigiéndole a mi cuerpo el trabajo físico necesario para mantener la cabaña como a mí me gusta, los nudillos del dedo medio de ambas manos se me enrojecieron y comenzaron a agrietarse hasta que finas líneas sangrantes los encendieron más, así como las puntas de mis dedos.
Hacía tanto frío que lavar un traste con el hilo de agua helada hacía que sintiera un frío en la columna que nunca antes había sentido.
Al ponerse el sol yo no pensaba en redes sociales o en alguna cosa que tuviera que ver con el otro mundo que habito, mi misión era tener agua, contar con ella y si se podía caliente qué mejor, no tener la chimenea apagada y mantener la energía del lugar a flote.
Dejé olvidado mi celular en un cajón el día 30 de diciembre de 2020 y no hice conexión con el mundo exterior hasta que llegué a mi casa de regreso el día sábado 2 de enero de 2021 entre las cinco o las seis de la tarde.
Tal vez para ti sea algo sin mayor importancia el hecho de desconectarse realmente de todo durante tres días y sus noches pero para mí no, es algo que no había hecho nunca y que no sé cómo llegué a ese punto, cómo es que lo permití. Aún en vacaciones no pasaban 6 horas sin estar conectado o al pendiente de algo, esta vez solté al mundo exterior y sus (mis) ansiedades.
No tienes una idea de lo urgente que es desconectarnos de los estímulos y sobre estímulos que la interminable híper conexión nos da, que en efecto nos moldea haciéndonos sujetos reactivos en vez de pro activos, como si fuésemos más esclavos de nuestras acciones que amos de las mismas.
Sin enterarme de las vidas de los demás, de las opiniones de los otros, de lo que sucede al otro lado del globo logré volver a conectarme con el yo crudo que me constituye, ese que dice sí a algunas cosas y no a otras, que sabe lo que quiere y que se toma el tiempo para reaccionar de la mejor manera que le sea posible. Me gusta ese yo que sonríe al prender fuego, al respirar aire limpio y al estar en contacto con la naturaleza, ese que no comienza el día molesto por lo que leyó a las cinco de la mañana en Twitter o por lo que declaró alguien en Facebook o por el WhatsApp que no le contestaron.
La cabaña nevada al día siguiente y el paisaje a la vista mientras me tomaba un café con mi esposa me recordaron que Dios o la Madre Naturaleza superan al mejor director de arte que existe, el compartir tiempo y techo con la familia extendida y ver a mis hijos ser felices con sus primas y su primo, consentidos por su tía y jugando con la nieve es algo que no olvidaré nunca, no tomé una sola foto, no publiqué absolutamente nada, no podía y de haber podido no lo hubiera hecho.
Me quedo con la sorpresa de los míos al encender por la mañana, sin ayuda de nada más que hojas secas y pequeñas ramas, una fogata de las cenizas de la noche anterior, me quedo con la magistral paella, con el ojo de agua y la sorpresa de ver, brevemente y de lejos a mi amigo y nuestra amiga, su sobrina, me quedo con mi hermana y lo que me dijo al abrazarnos el año nuevo, me quedo con todos los abrazos que nos dimos y todo lo que nos deseamos cada una de las almas que estuvimos en esa cabaña.
Regreso a lo mío, más contento, más sereno, más preparado y espero más humilde. Regreso fortalecido, desconectado y con mayor conocimiento de mi persona, regreso consciente de que trabajo con fuego pero que nunca juego con el, ni en la cabaña ni en mi trabajo.
Estoy listo y deseoso pero también estoy seguro de que este año 2021 será el primer año del resto de nuestras vidas.
¡Feliz inicio de año para todas las almas que esto leen!
muchas felicidades en este año 2021 que iniciamos, y nos vaya bien en todos los sentidos de la vida , con mucha salud, prosperidad , amor , familia y allegados.
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