Cuándo y cómo conocí a Manuel Bartlett Díaz


Cursando el quinto año en la Escuela Primaria Federal “Mtro. Antonio Caso” de Gómez Palacio, Durango, yo andaba con todas las canicas: concursábamos (y ganábamos) en poesía coral, había partes para solistas en las que siempre estuve considerado, vaya, la educación primaria estaba sumamente politizada, había una sociedad de alumnos -que presidí- concursos nacionales que comenzaban en el aula y que servían como “cantera” para el partido en el poder que en aquel entonces era el invicto PRI ya que los alumnos que fueran sobresalientes y grillos tenían posibilidades para hacer una carrera en la política.

Era natural dedicarle días enteros a la preparación a estos concursos de canto, poesía, dibujo -entre otras actividades- aquellos quienes cumplíamos con las tareas y éramos bien portados teníamos el privilegio de asistir a la Maestra cuando tocaba al salón de clases la venta de refrescos y botanas en el recreo o los banderines de higiene, puntualidad y todas esas madres de las que en mi salón teníamos una colección interminable, estuve en uno de los salones potentes para representar a la escuela porque el tema era por salón, por ende mucho tenía que ver la Maestra.

Dedicábamos un altísimo porcentaje de tiempo a dichas actividades, tanto que cuando tocaba la venta lo más peleado era vender los refrescos ya que te salías con un compa, -designados previamente por la Maestra- te tomabas un lujo de tiempo y te ibas, llaves en mano, hasta el salón de los refrescos, en donde se encontraba un viejo refrigerador que siempre estaba vacío y seco, desconectado y oliendo a fierro viejo con electricidad durmiente, al que le empezábamos a meter los barrilitos de sabores (yo siempre apartaba uno de raíz para miguel) uno por uno cotorreando sin olvidar antes conectarlo, acto seguido nos íbamos al bebedero más lejano, tomábamos un breve descanso por la ardua tarea de meter unas cuantas “rejas” de refrescos a un viejo refrigerador destartalado y nos regresábamos al salón de clases por la parte de atrás de la escuela y visitando los baños de abajo y de arriba, nomás para tardarnos.

Aunque en los exámenes de conocimientos que la SEP aplicaba nos iba bien, el tono de la Antonio Caso (como de muchas escuelas públicas) era más bien el de los concursos extra académicos, ahí éramos muy relevantes porque fueron innumerables las ocasiones en las que salimos ganadores de concursos grupales de poesía o individuales de canto o de escritura y dibujo como lo fue un concurso que se llamó “Cómo son los Maestros que admiro” en el que competí con un dibujo en una cartulina y posteriormente con un escrito, gané la oportunidad de representar a mi escuela en el estado y conocí al Gobernador José Ramírez Gamero, de Durango y al actor Sebastián Ligarde con quienes cenamos niñas y niños de las diferentes zonas escolares del estado en un evento random por la presencia del gober y del actor, o sea, no entendí pero me encantó estar sin mis padres en una cena con dos personajes famosos y porque mi compañera de región escolar, al verme abrumado por la cantidad de cubiertos en la mesa me fue guiando, paso a paso, sobre cómo y cuál cubierto tomar para cenar apropiadamente.

Yo merangas con uniforme en mi Escuela, ahí reconozco a Javier, a Dulce, a Isabel y bueno, recuerdo a mis maestras con mucho cariño.

Luego de Durango ganamos la ida a la Ciudad de México, niñas y niños de toda la república fuimos concentrados en el Museo Nacional de Antropología para escuchar las ponencias de los diferentes participantes, se organizaron mesas de trabajo y en las mismas las niñas y los niños escogíamos a quienes leerían nuestras conclusiones al público compuesto por Maestras, Maestros y niños, además de autoridades educativas del más alto nivel.

El evento comenzó muy temprano, yo estaba enfocado en convencer a mis compañeros de que me dieran la estafeta para poder hablar en representación de ellos y lo logré, cuando me tocó hablar en la tribuna lo hice con mucha emoción y al terminar mi parte me di cuenta que había llegado el entonces Secretario de Educación Pública, Manuel Bartlett quien me escuchó cerrar mi participación y después de ahí el maestro de ceremonias, presuroso y abrumado casi casi me aventó para anunciar la llegada del Secretario al recinto en el que nos encontrábamos y pues ya te imaginarás que todos empezaron a aplaudir, yo me bajaba de la tribuna cuando Bartlett subía, me felicitó brevemente y me dijo que lo esperara “ahí” señalando un lugar cercano con el dedo, hizo uso de la palabra y luego bajó por otro lado, yo me acerqué cuando vi que muchos niños se le acercaban a el y de repente ya estaba muy cerca, esperando a ver para qué quería que lo esperara…

Me preguntó algunas cosas muy rápido y algo le dijo a un asistente cercano sobre el Presidente, esto lo comento porque a posteriori lo entendí, pasó el encuentro muy rápido, Manuel Bartlett estuvo a lo mucho 40 minutos con nosotros, y seguimos trabajando.

Cerca del mediodía el Maestro responsable del grupo en el que yo me encontraba nos indicó que se acercaba la hora de comer, yo lo veía desesperado, he llegado a la conclusión de que andaba desvelado, cabe mencionar que todos los niños fuimos concentrado en las instalaciones del CEDOM que eran instalaciones deportivas construidas para las olimpiadas, en fin, se acercaba la hora de comer y nuestro grupo fue el primero en salir del recinto, salimos volando junto con el maestro quien nos llevó a un fondita muy apetecible con comida corrida que a todos nos cayó de maravilla.

Al regresar al Museo una de las organizadoras del evento me vió y me preguntó, molesta, en dónde había estado y de inmediato volteó a ver a mi maestro y le preguntó que a dónde nos habíamos ido, en medio de todo el desorden, el sopor de la digestión y la adrenalina de los eventos yo recuerdo al maestro, apenado, decirle que habíamos salido un poquito antes a comer a lo que ella le dijo que teníamos comida ahí para nosotros y para que no abandonáramos el lugar, pero la peor parte fue cuando me dijo ella a mi delante del maestro que me había estado buscando como loca porque se dió la oportunidad de que un niño y una niña, representando a todos los asistentes, conocieran y saludaran al Presidente de la República que en ese entonces era Carlos Salinas de Gortari.

Independientemente de la actual circunstancia que nos tiene en un interminable debate que en el peor de los casos ha llevado al rompimiento violento de la tolerancia al otro, no todos los días, en tu infancia, tienes la oportunidad de conocer a un Secretario de Educación y al Presidente de tu país, me dio mucho coraje no haber podido ir pero con el paso de los años me quedé con el gusto de que fui yo en quien se pensó para representar a la niñez de México, aunque no haya conocido al Presidente.

Nota: nunca aprendí a jugar canicas.

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