Dudo que exista un crítico, activista, asesor, analista o alguien relacionado con la política que no haya acariciado la idea de ejercerla en vez de relatarla, de verla o de asesorar a sus protagonistas.
Dudo que exista alguien que no pierda la calma al entrar a las redes sociales y ver las barbaridades que publican los políticos para llamar la atención solamente cuando les conviene.
Poner en práctica lo que se cree, lo que se piensa y lo que se ha aprendido es un deseo casi inalcanzable para quienes somos espectadores de la política, quienes participamos en la asesoría o en la elaboración de plataformas, planes de gobierno, campañas y un sinfín de etcéteras.
Durante la infancia, mientras otros niños (que ahora serán diputados) jugaban futbol llanero o en algún exclusivo club deportivo yo me la pasé en campañas: electorales, de afiliación, de gestión, entre otras; esas etapas de mi vida las pasé aprendiendo a hablar, a decir un discurso, a escuchar a la gente, a doblar trípticos o ser comitiva de avanzada en las campañas casa por casa (me castra que le digan toca toca) preparando engrudo a los 11 años para pegar los posters impresos en una tinta en papel revolución o poniendo los pasacalles a las 2 de la mañana.
Si yo fuera diputado pondría todo mi empeño en hacer bien mi trabajo, en cumplir.
Me enfada el juego hipócrita al interior de los partidos pero reconozco que las candidaturas independientes no tienen futuro, por eso me encantaría ver a cada vez más hombres y mujeres que no sean políticos de oficio, que no estén maleados coptando los partidos políticos y llenándolos de ciudadanía dejando poco espacio a los simuladores y a los fanfarrones que han encontrado en esos institutos políticos una licencia para abusar, para robar, para corromper, para lucrar.
No todos son iguales, hay excepciones, si, pero ese es el problema, que son excepcionales.
Si yo fuera diputado sería un seguro y constante dolor de cabeza para algunos, para otros refrescaría el aburrido y monótono juego político, al menos nos reiríamos más y estoy seguro de que sería un buen momento para quitarle las polillas y modernizar este juego -que buena falta le hace-.
Todo esto que te acabo de contar es lo más cercano que estaré de ser diputado, los partidos están coptados y completos, cerrados e inciertos y llenos de hambre vieja por acaparar los huesos que muchas y muchos habrán de roer durante tres años en donde la ausencia de ímpetu y de pensamiento propio brillarán.
Si yo fuera diputado haría POLÍTICA.
No esta porquería.