Nada más…

No deseo decir nada, he perdido la inspiración, si es que alguna vez la tuve, si es que alguna vez la agarré fue con una mano (torpemente) y no pude ver quien me la arrebató o en qué momento la solté, la he perdido.

No tengo deseos de decir nada porque no hay mucho que decir en estas circunstancias, el mundo arde, los recursos se agotan, la gente migra y el amor se acaba. La compasión, la presencia, la empatía son escasos y cada vez más raros fenómenos, estamos sedientos de empatía, de comprensión, de oído, estamos dándonos cuenta demasiado tarde que estamos solos y no hemos podido encontrar la manera de ser nuestro propio Padre porque nos da miedo matar el concepto divino.

Las religiones no dan respuesta, caen en desuso, así como la democracia, es en este marco en el que mis hijos habrán de intentar sobrevivir, si ahora está competitivo como nunca antes no quiero imaginar lo ferozmente loco que se va a poner el puto futuro.

A todos nos vale madre, lo único que buscamos es la riqueza, el generarla y amasarla nos ha metido en una carrera que no comparto, que no me gusta, sin embargo no tener recursos en un país como el mío es una sentencia de muerte dolorosa y una vida angustiante sin saber si se va a poder comer o vivir el día siguiente.

Me parece que el objetivo del ser humano es ejercer su libertad estando presente y consciente de los demás, es responsabilizarse de su mente y de su cuerpo en beneficio propio y por ende de su comunidad, es realizarse como persona internamente y no a través de otros pero si junto a los otros. Es ser alumno y maestro a la par hasta morir.

Disculpa mis líneas de hoy, la verdad no tengo mucho humor de escribir ni de hacer nada, pero tenemos que trabajar, tenemos que producir, producir y producir, nada más…