¡Cuchillo mantequillero!


Me sucedió hace muchos años, los de mi vida pasada.

Me encontraba en la Ciudad de México cuando me enteré que la comida se celebraría en el famoso Au pied de Cochon, un reconocido restaurante de Alta Cocina francesa del cual yo no tenía el menor conocimiento.

El lugar me pareció espectacular, tanto que no me ofendí cuando, para poder entrar me pidieron que me pusiera un saco que ellos mismos me prestaron.

La mesa era grande y llena de jóvenes, me senté y llamó mi atención la disposición de los cubiertos, sobre todo un pequeño plato con un raro cuchillo doblado y sin filo pero eso si, muy bonito.

A pesar de los mejores intentos de mi madre, nunca puse atención tratándose de las normas de etiqueta, la disposición de los cubiertos y los modales en la mesa, aunque no era un cavernícola podría decirse que más bien era un aldeano en la mesa, pero eso sí, sin miedo a preguntar.

A la primera persona que pude le hice la pregunta, pero con volumen muy bajito para no hacer pública mi ignorancia, sobre la naturaleza, origen y función del pedazo de fino metal que se encontraba descansando sobre un plato. Entre varias, tenía una que me atormentaba: ¿cuales eran los privilegios que tenía para ser el único cubierto sobre un plato?

Mi interlocutor, quien vestía apropiadamente y con clase y a quien yo no conocía, volteó despectivamente y casi sin verme sobre su hombro me contestó en voz alta y con cierto hartazgo cosmopolita me dijo: «¡es el cuchillo mantequillero!» y todos voltearon.

Nuestro anfitrión era un joven también que a todas y todos nos conocía, muchos le reconocíamos el haber estudiado en el extranjero, saber música y varios idiomas y haber recibido una educación privilegiada que, combinados con un trato siempre educado y propio le hacían sobresalir, pero esas cualidades no eran las que le hacían ser el líder sino su oficio político, muestra de ello fue lo que hizo después de que el fresita de al lado me había exhibido…

El anfitrión, al verme mudo rompió el silencio incómodo y llevó la atención hacia su persona preguntándome frente a todos si conocía a Ricardo, mi vecino, a lo que respondí que no, entonces dijo:

«Ricardo, te presento a Jorge, Jorge, te presento a Ricardo… a Ricardo le dicen el mofles, Jorge»

Las carcajadas por el recién bautizado mofles no se hicieron esperar, a el no lo volví a ver después de esa comida que empezó con un recién horneado pan al que le unté la más deliciosa mantequilla que me hubiera podido haber comido aquel día.

Gracias, S.

3 comentarios sobre “¡Cuchillo mantequillero!

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