«Me abro una botella de vino barato y comienzo a escribir»
«Se llegó Octubre, trajo el 19 pero ya no estamos en 2011 y tú, tú sigues pesando en el universo»
Como recién salido del cascaron comencé a recopilar los cuentos, los relatos y esas meticulosas y ya trilladas historias que muchas veces ya no dicen más.
Deduje un par de cosas claro, cuentas, algunos hechos y dibujos ya inertes que me siguen sabiendo a placebo, a indiferencia y sobre todo a mucha, pero mucha afección.
Rebobiné la cinta de aquella vieja película y comencé a mirar fijamente la función de los bulbos que nutrían de opacos colores mi vista y sentí de nuevo las caricias y esos pequeños pellizcos que solías darme con indices y pulgares, y aveces, hasta con los pies.
A veces miro las fotografías y mentiría si dijera que no lloro pero, ¡carajo!, cómo mierdas me saco los gritos sepultados en las entrañas, tu ojitos tumbados con sus ya cansados párpados.
Cómo se supera esta ansiedad que te desnuda el alma y la expone ante desconocidos.
Cómo no querer partirle la cara a las nefastas ideas de un plan divino, ¡qué estupidez!.
Te adelantaste y partiste de una forma tan vulnerable, tan humillante, no te fuiste como merecías.
Sigo recordando cómo la sombra te opacó, y ni siquiera te dieron la oportunidad de un segundo asalto.
Tú no te marchaste como lo merecías, con tus perlas y prendedores que siempre te galardonaron.
Tu humilde y elegante estilo.
Te recuerdo viajando en diferentes autos de un lugar a otro buscando una solución para que llegase la inevitable y nada diferente conclusión.
En aquella cama solitaria en el cuarto de mi hermana donde después de tantos intentos como estrella fugaz aquél octubre te vimos partir.
De ti heredé la idea de mirar al pasado buscando en las estrellas.
Esa idea hasta hoy tuvo sentido, pues hoy comprendo solemnemente a qué te referías, hoy entiendo la lógica de aquello que de ti aprendía.
A no vernos más, a nunca volvernos a reencontrar.
Por fin paré de pedirle a Dios justicia, pues me cansé de tener su maldita indiferencia, su simulacro de bondad o su plan siniestro para los débiles de voluntad y conformistas.
Créemelo, hoy te estoy escribiendo con el corazón.
Claro que te extraño, y no tienes idea de cuánto es lo que te echamos de menos por acá.
En la familia siguen los mismos valientes, los mismos cobardes y por supuesto, los mismos bandidos y vividores.
Yo no soy nada de lo que era, estoy seguro que desconocerías todo lo nuevo que se puede ver en mí.
Encontré un espacio y descubrí cosas que no sabía que existían, me convertí en padre, no en uno bueno, pero aún sigo practicando.
Hoy reconozco lo difícil que debió ser para ti tratar de entenderme y vivir a mi lado.
Realmente desearía que estuvieses aquí.
Amaría si pudieras sentir el poder que tiene tu bisnieta, y lo mágica que suele ser la vida cuando se ama lo que se hace; supongo que lo sabes, pero me hubiera encantado que lo vieras en aquí, a mi lado.
¿Sabes?, descubrí que tengo talento para otras cosas y no solo para maldecir.
Comprobé que puedo convertirme en fuego, a valorar el tiempo y ser agua apreciando la tierra donde crecí para merecerme el aire que me alcanza a llegar.
Cambié la pluma por un teclado, pero sigo escribiendo, y te agradezco enormemente habérmelo inculcado.
Lo sé, dejé de visitarte donde yacen tus restos, lo sé bien, y me odio a mí mismo por cegarme a pensar que de alguna forma leerás esto cuando certeramente sé que no es así, que nunca más sucederá.
Como verás, no puedo quedarme lo que siento, y definitivamente escribiendo es cuando dreno esta absurda aflicción.
Aún no tolero las fotos de la playa y sigo sin saber nadar.
«Cierra los ojos abuelita, en un segundo vas a desaparecer, y al otro segundo reaparecerás. Sólo tendrás que cerrar los ojos, y cuando lo abras de nuevo, estaré contigo en la eternidad.»
Te quedaste con tanto más por compartir y no conociste a quienes estoy seguro pudiste haber amado más que a mí.
«La historia interrumpida, el corazón por la mitad»
Hoy conmemoran la lucha contra el cáncer de mama, aquella que juntos perdimos, tú, los que te amaron, y yo…
Es tu aniversario luctuoso número 5 y siguen pesando las sombras en medio de esta inútil penumbra.
Sigo peleando con fantasmas, pero te aseguro que ya no es tan frecuente y, a pesar de todo esto, aún siento que alguien en alguna parte me debe una maldita explicación.
Extraño las clases de español y las de historia.
Te confieso que mientras te escribo repetí bastantes veces la canción, «Doot Doot de Freur», la misma que no dejaba de escuchar aquella madrugada cuando te despedí.
Si estuvieras aquí me dirías que «ya fue suficiente vino» y eso que ya estoy por terminarme la botella, y a estas alturas ya no importa tanto la gravedad.
No estamos tan mal.
Tus hermanas han salido de muchas, sé que responderías agregando que son tan tercas y fuertes debido al apellido que portan.
La mayor de ellas se cayó y se golpeó horrible el rostro, pero es tan fuerte que no notó que se había fracturado el brazo.
La más pequeña y la más terca de las dos sigue luchando. Estuvo a punto de morir por una fuerte neumonía, pero a la fecha sigue aquí siendo una buena bisabuela, estoy seguro que como tú lo hubieses sido.
De tus hijas qué te puedo decir que no sepas. Siguen bajo tu batuta, poniendo orden y en práctica todos aquellos entrenamientos que les heredaste, y te puedo asegurar que son unas abuelas excelentes, ambas haciendo trabajos extraordinarios, saliendo adelante, teniendo logros y perdidas como siempre y como creo yo que debe ser.
Tu nieta o tu loca, como solías decirle, sigue persiguiendo proyectos y alcanzándolos, y créeme, es más fuerte de lo que la llegaste a ver.
Ha superado golpe tras golpe y ha salido adelante para su pequeña. Creo que ella hubiera preferido escuchar de tu viva voz un par de consejos, quizás decirle al oído que el mundo no se acabará, que no es la primera y es muy probable que no será la última, que todo pasa, que es efímero, lastimero, pero culto, que toda batalla perdida es un aprendizaje ganado.
¿Sabes?, estoy seguro que ella ya lo sabe, que siempre lo supo, pues a todos nos ha dado una buena lección.
En cuanto a mí, digamos que la manera de liberarme es arrasando con el eco que deja el grito de mis letras dentro de un torbellino de ausencia que no perdona, que no se calma pero que con el tiempo me hace extrañarte cada segundo un poco más.
Sé que no nos volveremos a ver nunca y, repito, sé que no leerás pero, si te agradecería que de vez en cuando hicieras la lucha por apoderarte de mi mente manifestándote en mis sueños.
Estaré bien, estoy bien. Hoy atiendo como prioridad la educación de mi hija y todos los días trato de estar a la altura.
He tenido bastante suerte, sigo saliéndome con la mía porque quiero, porque puedo, porque se me da y porque soy una maldita maquina que puede hacer lo que se le venga en gana, porque me lo merezco.
Tengo una familia, tengo el poder de seguir, de no parar y te lo agradezco infinitamente.
Te agradezco la fe ciega que siempre depositaste en mí.
Sigo usando ambas manos para construir y sigo corriendo con mis dos piernas para darme en la madre repleto de futuras aventuras, con mis ojos, fotografío la vida con cada mirada y me entrego a cada respirar sin esperar su desenlace.
¡Sigues peleado con Dios!.
Pero basta, no te quiero abrumar más. Puedes seguir viajando tranquila, que ya me cuido más y estoy más despierto que nunca.
Te lo juro, Abue, me las he ingeniado para ayudarme y no tener que pedir prestado.
Hoy llevo una mejor calidad de vida y no abuso de aquellos que en mí confían.
Me llevaré a la tumba tus frases y consejos, y ahora que la botella de vino se terminó.
Te dejo un beso y cierro lo ojos.
Paro de escribir.
Te suelto hasta no se cuándo asegurándote que puedes volver a estar tranquila, que día a día intento merecerme todo aquello que dejaste hecho para mí.
Te gastaste tus días en pavimentarme el camino de la vida por la mitad, por dejarme en claro que soy yo quien deberá de continuar.
Gracias por dejarme claro y enseñarme que me toca hacer el puente a mí.
De caminarlo, de reírlo y llorarlo. De compartir lo aprendido, de decir lo sentido para dormir tranquilo.
¡Gracias por todo, por tus sonrisas, por los regaños, por los escritos, pero gracias sobre todo, por esta tremenda y lujosa vida de puta madre que me tocó vivir!
Tu nene.