Un escritor que se repite es un pleonasmo, ¡todos se repiten! escriben el mismo librito una y otra y otra vez hasta que lo hacen correctamente, algunos magistralmente, otros (muy pocos) a la primera, esto es un martirio ya que los siguientes nunca serán superiores a su obra maestra, su ópera prima.
Los escritores se repiten y la muestra mas clara de esa realidad es que los lectores, al terminar de leerles queremos más de ellos, de lo que dan, queremos seguir recibiendo las frases agudas, la prosa caliente, las historias terribles, la poesía dolorosa, las imágenes frescas, en fin, queremos mas de lo que hemos recibido.
Los lectores somos glotones ansiosos que deseamos acabar con el festín que los escritores nos ofrecen.
Los escritores son como actores, como los que aplican el método de Strasberg, utilizando el bagaje emocional para adaptarlo al personaje y sentir verdaderamente, meterse en su piel.
Escritores y lectores vivimos en una orgía canibalesca donde ellos reciben nuestra atención, nuestros elogios y reconocimiento, nuestras protestas y a cambio nosotros recibimos la prosa carnosa, llena de colores, aromas y sexo, de maravillas nuevas (aun hay mucho que leer) y viejas, de tesoros inexplorados.
Al final de cuentas somos egoístas randianos que pensamos en el fundamental satisfactor que nos brinda el hacer nuestro lo que entra a través de los sentidos, deseamos poseerlo todo: lo que comemos, lo que leemos, lo que olemos, lo que probamos, lo que bebemos y lo que pensamos, tan sólo…por placer.
Los escritores escasean, los lectores también.