De repente se encontró a sí mismo sin nada que decir. Su mente estaba en blanco. Quería crear, había creído (no creado) que existía para crear pero ya no lo creía. Andaba en su mente por los lugares que recordaba y trataba de evocar su breve inspiración, cada vez mas breve y efímera, cada vez mas pobre, mas corta.
Trataba de distinguir las diferencias breves entre sentir calor o frío, ya le daba lo mismo, lo que significaba que la solución no estaba en cambiar de residencia, «el clima lo lleva uno dentro» pensó. Nada mas cierto y mas falso.
Pretendía escribir, cantar, ver pero se sentía vacío, estaba entrando a ese lugar a donde muchos no se atreven y en el que muchos habitan sin problemas también, había abierto la puerta a sí mismo y ahora se veía tal cual era, sin errores ni defectos, sólo era el, tal cual.
Cuando pasas una crisis todo sucede atemporalmente, como que se logra sin querer que el tiempo y el espacio se traslapen y se hagan uno mismo, los días pasan uno tras otro sin orden, las semanas y los meses se estiran o constriñen dependiendo de los eventos que las marquen. Eso sentía, eso pensaba.
No había descubierto el hilo negro y le causaba una profunda ansiedad no tener ordenado el futuro. El pasado por lo menos lo tenía definido en la mente, lo recordaba aunque era cambiante para el.
No me malinterpreten, sólo afirmo que recordaba cosas que cambiaban sus juicios largamente establecidos.
Se resistía al contacto con otros seres, no había empatía de ningún tipo, estaba convirtiéndose en un ermitaño y eso le asustaba, pero al mismo tiempo le llenaba de felicidad la búsqueda porque percibía en su aislamiento que todo estaría bien.
Que pretencioso.
Siempre lo había sido. Y siempre había creído que esa era su mayor cualidad. Estaba hambriento por llegar a ser, no se había dado cuenta de que hacía mucho ya era lo que era.
De repente, sin previo aviso, nació y con su llanto olvidó todo lo que había experimentado para empezar a vivir…