Los fines de semana procuro levantarme mas temprano que de costumbre, entre las 5 y las 5:30 am y si las labores del día me lo permiten prendo una fogata, preparo café y recibo el sol del día.
He descubierto que me encanta esa parte de la jornada, cuando aún no despierta el mundo del todo y que hay cierta calma, como que es en ese par de horas en donde está encerrada la esperanza.
He aprendido mucho de la leña y las fogatas, que las «costras» del encino huelen delicioso en la mañana y que no hay leña que arda sin humo mas que en la canción de Atahualpa.
Las ideas mas puras, las mas frescas se dan a esas horas, cuando la mente está descansada y productiva y se me facilita mas ordenarlas.
Disfruto mucho de ese breve ritual que es dejar lista la jarra de café, los termos, la leña puesta y las sillas ordenadas para levantarse, ponerse unos pants, bajar y salir de tu casa, apagar luces e iluminarse con la luz de la fogata.
Escucho música muy bajito, comparto una charla siempre agradable, no es el fin de la semana y tampoco el comienzo de la entrante, es como un limbo, un impasse voluntario y agradable.
Y bueno, siempre he encontrado placer en ver la lumbre vivir, en escuchar la leña crujir, en tomarme un buen café (el único endulzado de la semana) y tal vez, si la plática y la compañía lo amerita, fumar un buen tabaco con mi buen amigo Carlos.
Hace tiempo me contaron Jorge y Benjamín que Jacobo Zabludovsky decía que «la suerte se pasea a las 5 de la mañana» y la frase me encantó, sin embargo no creo que la suerte exista, mas bien tu la haces empezando tan bien los días.
¡Buen domingo y buena semana para todos!