Estar el domingo a mediodía bajo el sol, quemando la piel, recibiendo el tufo de la lumbre y el humo de la leña de mezquite, quemandote a veces, cargando la masa de este ataud que está hecho para dos no para un cocinero, preparar las costillas, cuidar que todo esté limpio, lavarte las manos una y otra vez, entrar y salir de tu casa al patio, del patio a la casa, tomarte una cerveza muy fría, estar contemplando como va prendiendo la leña, quedarte ahí, cansado y aun no comienzas solo esperando la señal de que empieza a arder, el primer crujido de la leña cuando arde, acomodar las costillas, meterlas al ataúd, esperar pacientemente (las mejores cosas toman tiempo), destapar para voltear y saber que estás haciendo las cosas bien al recibir ese olor único, dulzón, típico del cerdo, barnizarlas con la salsa, tapar de nuevo, esperar, asar los elotes, preparar la mesa, recibir a tu familia y disfrutar con todos el maravilloso placer de una buena comida, ¡eso es magia!